jueves, 9 de agosto de 2012

Apagamos la luz, encendimos la pasión


Al sentir la atracción del vaivén de tus caderas, me acerqué lentamente. Sentí abrazar el mundo cuando me sujeté a tu cintura, creí conquistarlo todo cuando quité el cabello de tu cuello y empecé a besarlo.

La respiración agitada, el palpitar acelerado, el calor que recorría todo el cuerpo... El deseo no pudo estar mejor representado.

Aún recuerdo que mordías tu labio inferior como invitandome a acariciarte más y más. Y así mis manos dejaban tu cintura para recorrer tus pechos, aquellos que parecían estallar con los fuertes gritos de tu corazón.

Dejaste de mostrarme el paisaje de tu espalda para enseñarme la luz de tus ojos, me dejaste probar el veneno de tus labios, ese exquisito sabor a dulzura y pasión.

Mientras con una mano acariciaba tu gluteo, con la otra desabotonaba tu blusa. Tú, por tu parte, hacías lo propio desnudando no sólo mi cuerpo también mi alma a través de arrumacos y el roce de tus manos sobre mi piel.

No había pasado, futuro, distancias... Sólo exitía ese instante con sabor a pasión, musicalizado por los gemidos del alma y materializado en tatuajes que nuestros labios dejaban por el mapa de nuestra piel.

El instinto animal se apoderaba de nosotros haciéndonos explotar en cada penetración de sentimientos. La fuerza de la pasión conquistaba nuestros cuerpos en esas milésimas de segundo y así cada caricia, cada beso, cada gemido mataban la sed del deseo.

Aquella noche nuestros cuerpos se fundieron el uno con el otro, el otro con el uno. Aquella noche nos supimos deseos muertos y almas vivas.

Si las paredes hablaran...


¡Uy si las paredes hablarán! Seguramente revelarían las veces que nos hemos desnudado con la mirada, las veces que hemos recorrido nuestros cuerpos y los solos que nos aventamos con gemidos… Las veces que hemos mojado las ganas y las otras tantas que humedecemos los deseos.

Si las paredes hablaran, seguramente vociferarían la envidia que nos tienen. Y es que cuando de materializar el amor se trata, nosotros no somos avaros todo lo contrario, somos generosos. Demasiado, diría yo.

Yo te ofrezco el mejor vino, ése que sólo se bebe de mi piel y tú me das la mejor miel, ésa que sale de tus labios. Luego, entre caricias y juegos, dejo que la inspiración se apiade de ti, te seduzca y... Lentito, lentito plasmas tu poesía en mi espalda con la tinta de tus labios. 

Te pierdes en mis piernas, te encuentras en mis manos, nuestros cuerpos estremecidos, soy tan tuya, tú tan mío. Corazones que se conjugan en un sólo verbo, almas que son una sola rima. La electricidad del universo concentrada en un momento, un instante. Un instante en el que vivo, un instante en el que muero.