Al sentir la atracción del vaivén de tus caderas,
me acerqué lentamente. Sentí abrazar el mundo cuando me sujeté a tu cintura,
creí conquistarlo todo cuando quité el cabello de tu cuello y empecé a besarlo.
La respiración agitada, el palpitar acelerado, el
calor que recorría todo el cuerpo... El deseo no pudo estar mejor representado.
Aún recuerdo que mordías tu labio inferior como
invitandome a acariciarte más y más. Y así mis manos dejaban tu cintura para
recorrer tus pechos, aquellos que parecían estallar con los fuertes gritos de
tu corazón.
Dejaste de mostrarme el paisaje de tu espalda
para enseñarme la luz de tus ojos, me dejaste probar el veneno de tus labios,
ese exquisito sabor a dulzura y pasión.
Mientras con una mano acariciaba tu gluteo, con
la otra desabotonaba tu blusa. Tú, por tu parte, hacías lo propio desnudando no
sólo mi cuerpo también mi alma a través de arrumacos y el roce de tus manos
sobre mi piel.
No había pasado, futuro, distancias... Sólo exitía
ese instante con sabor a pasión, musicalizado por los gemidos del alma y
materializado en tatuajes que nuestros labios dejaban por el mapa de nuestra
piel.
El instinto animal se apoderaba de nosotros
haciéndonos explotar en cada penetración de sentimientos. La fuerza de la
pasión conquistaba nuestros cuerpos en esas milésimas de segundo y así cada
caricia, cada beso, cada gemido mataban la sed del deseo.
Aquella
noche nuestros cuerpos se fundieron el uno con el otro, el otro con el uno.
Aquella noche nos supimos deseos muertos y almas vivas.
3 comentarios:
Me fascino, me llevaste al instante en que se funden los cuerpos y dejan de ser dos seres egoístas amándose, para ser uno en la complicidad de las almas... ;) Me encanto
Much as gracias por tu comentario. Un abrazo enorme.
M hiciste pensar cosas muy lujuriosas.
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